Albores de la fotografía
La fotografía nació en Francia en 1839, pero se desarrolló contemporáneamente también en Inglaterra y no tardó nada en asentarse en Roma, donde existía una intensa circulación de vistas grabadas y pintadas destinadas a turistas y peregrinos.
Hacia 1860, las fotografías de vistas y monumentos tomaron el relevo de la técnica del grabado y de la pintura y modelaron sobre estos precedentes su propio lenguaje. Así nacieron obras fotográficas que del paisajismo urbano pasaron a la iconografía en la selección de temas, que ya contaban con reglas compositivas y de perspectiva. La presencia contemporánea de expertos fotógrafos en las técnicas del daguerrotipo, calotipo, impresión sobre papel salado y de clara de huevo, así como la creciente demanda de reproducciones de enclaves romanos permitió el nacimiento de un floreciente y precoz mercado de producción y de venta de fotografías.
El núcleo más antiguo de la colección fotográfica municipal conserva estos primerísimos y antiguos testimonios de los comienzos de la fotografía en Roma en los años 1850-1860: algunos daguerrotipos, una serie de calotipias con el ‘plublicetur’ del maestro de los Sacros Palacios Apostólicos —permiso de publicación que concedía la censura pontificia— y preciosas fotografías, también realizadas con calotipo, de la llamada Escuela Romana de Fotografía que gravitó en torno a los estudiantes de la Academia de Francia, precoces importadores de la técnica fotográfica a Roma (Frédéric Flacheron, Giacomo Caneva, Eugène Constant o Alfred Nicolas Normand).
Los temas preferidos fueron objetos estáticos, mucho más fáciles de plasmar debido a los largos tiempos de pose, como vistas u obras de arte conservadas en los museos. Los retratos eran mucho más escasos.
Los primeros fotógrafos activos en Roma procedían casi todos de la pintura como James Anderson, fundador de una dinastía fotográfica, Tommaso Cuccioni, Robert MacPherson, Gioacchino Altobelli, Pompeo Molins, Ludovico Tuminello...
El Archivo se nutre de numerosas impresiones a la clara de huevo de estos y otros fotógrafos. Entre ellas destacan las preciosas reproducciones (algunas de muy gran formato, superiores a un metro) que fueron conocidas en su tiempo por haber sido expuestas en las Exposiciones Universales de París (1859 y 1867), Londres (1862) y Dublín (1865), donde los fotógrafos romanos participaron junto a los más conocidos artistas del momento.